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Who's here right now?

[02, 04, 10 // 00:08]

Cuando era joven, me encapriché con una mujer mayor que yo.
Al principio simplemente me contentaba con cruzarme de ella de vez en cuando... pero supongo que el tiempo conduce a las personas por caminos que no esperaban y una tarde, esa hermosa mujer me invitó a su casa.
¿Más o menos cuantos años me sacaba? Yo tenía apenas 12 años el día que crucé el marco de su puerta por primera vez.
Ella era de mediana edad. Morena y cautivadora, sus ojos atravesaban mis sentidos por completo.
Para ser sincero, esa noche tuve sexo con ella. Realmente no le importó desvirgar a un chico tan joven porque se sentía sola... muy sola. Me había descubierto espiándola y le pareció adecuado aceptarme en su lecho cuando el sol caía tras el horizonte.
Nadie sospechaba de mis ausencias.

Pero los años pasan. En el verano de mis 14, ella ya se marchitaba como una hermosa flor arrancada de su tallo. Su rostro perdía todo aquello que me cautivaba. Yo, la miraba de lejos, como un observador impasible que aprecia como su tesoro más preciado pierde sus pétalos con la llegada del otoño de su vida.
"Has dejado de desearme ¿Verdad?" me preguntó un día.
"Sí" contesté "Pero aun te quiero"
Supongo que era joven y temía separarme de ella. Pero poco a poco, el deseo fue llevándose consigo el amor y en enero del año de mi decimosexto cumpleaños, la abandoné para juntarme con una linda chica de mi vecindario.

Su nombre era Lilith. Ella tenía el cabello claro, tan dorado como las espigas de maíz recién cortadas. Su aroma era el de la vainilla y su voz era angelical. Pero, para que negarlo, era una estrecha.
Mi vida con Lilith se hizo dura hasta que cumplí los 22. Ese día, el de mi vigésimo-segundo cumpleaños el ángel de cabellos dorados se acostó conmigo por primera vez. Y ese mismo día comprendí que ella no era aquella mujer que me había robado mi virginidad en su día. Era una mojigata inexperta que no me satisfacía sexualmente.
La dejé dos meses después.

Me cansé de las mujeres por mucho tiempo. Los años fueron pasando y llegué a mis 32 años sin haberme comprometido con otra mujer de otro modo que no fuese el sexual. Trabajaba mucho y me acostaba con muchas mujeres cuando me apetecía.
Siempre me habían asegurado que era un hombre apuesto por lo que ninguna mujer se resistía a acompañarme a casa si se lo ofrecía. Hasta que llegó ella a mi vida.

Una mañana, mientras caminaba rumbo al bufete, vi a una adolescente cruzar la calle en dirección contraria. Usualmente no le hubiese prestado mucha atención a una chica cualquiera pero aquella... tenía algo especial. Su melena oscura, su mirada cautivadora... esos ojos verdes fueron mi perdición en el mismo instante que su mirada se cruzó con la mía.
No era pura casualidad que me fijase en ella. Era exactamente igual a mi primer amor, a aquella mujer de mediana edad a la que había abandonado.
Todos y cada uno de los días pasaba por aquel paso de peatones con la esperanza de encontrarla de nuevo. Pero ese día tan anhelado nunca llegó.
En mi desesperación, comencé a informarme sobre la vida que había llevado la mujer que se había encaprichado conmigo cuando aún era un niño. Se había casado con un hombre socialmente apreciado y había tenido una hermosa hija.
Por alguna extraña razón, sabía que esa hija era ella.

En mi primera semana de vacaciones, me encaminé a aquella casa que me había recibido por primera vez 20 años atrás. Toqué suavemente la puerta y, cuando la puerta se entornó para recibirme, vi su rostro de nuevo. Estaba demacrada, pero aún la reconocía.

- ¿Quién es usted?- preguntó, con la misma voz de aquel entonces.
- ¿No me recuerdas, Martha? Soy Marco.
- ¿Qué haces aquí? - su tono de voz mutó, se puso a la defensiva.
- Venía por... bueno, recordar los viejos tiempos contigo ¿Puedo pasar?

Abrió lentamente la puerta y me invitó.
Aquella casa había cambiado enormemente. Ahora estaba decorada, con adornos y cuadros colgados por todas las esquinas. Ya no parecía el lúgubre lugar donde yo solía acudir en busca de placer carnal.
Entre todo aquel exceso de decoración, reconocí a la chica del cruce en una fotografía.

- ¿Quién es ella? ¿Eres tú? - señalé el marco.
- ¿Pero que dices, idiota? - tomó la imagen entre sus manos - Ella es mi hija Arabelle.

La observé cuidadosamente y sonreí.

- Se parece demasiado a ti - tomé asiento - Ten cuidado o me enamoraré de ella como lo hice de ti.
- Tú solo me buscabas por sexo, hipócrita.
- Era joven y tú me quitaste la inocencia.
- No te veía muy interesado en conservarla.

Una risotada golpeó las paredes de la sala de espera. Era cierto que yo siempre había sido un chico emprendedor, pero en aquella ocasión no sabía lo que me deparaba cuando crucé su puerta.
La puerta de la entrada enmudeció nuestra conversación.
Unos pasos seguros y tranquilos se dirigían hacia donde nos encontrábamos.
Una celestial voz se asomó a la puerta.

- Buenos días, mama, estoy en casa.
- Bienvenida cariño - Martha se levantó y besó la frente de su hija - Este es Marco... un viejo amigo.

Me miró de soslayo, amenazante. Quizá había visto a través de la broma que había hecho minutos atrás.

- Es un placer, Arabelle - le tendí al mano - tu madre me ha hablado maravillas de ti.
- Siempre exagera, créame - me dedicó una sonrisa.
- Todas las madres tienen a exagerar - miré mi reloj- y yo tiendo a alargar demasiado mis conversaciones, es hora de que me vaya.
- ¿Tan pronto? - Arabelle echó un vistazo a la mesilla del salón y después la desvió hacia mi - Si ni siquiera ha probado el delicioso te de mi madre.

La miré y no pude hacer otra cosa que sonreír. Parecía tan pura, tan dulce, tan inocente... tan deseable. Era la primera vez en diez años que me apetecía dormir con ella hasta el amanecer.

- Siento no poder quedarme más - pasé la mano por su oscura melena - volveré a visitaros si tú quieres.
- ¡Claro que sí! - tomó mi mano entre las suyas - Mama no tiene muchos amigos y eso me desespera , estaré encantada de conocer a algún amigo que me pueda hablar más sobre el pasado mi madre.

Martha me lanzó una mirada asesina, de esas que te hielan al instante. Pero en realidad, poco me importó, porque la sonrisa de aquella joven era demasiado cálida.

Me fui aquella tarde, pero ya he llamado a Arabelle.

Nunca le hablaría a Arabelle del pasado que Martha y yo tuvimos en común, pero no me parece mal quedar con ella utilizando ese pretexto.

Y así es como, sin desearlo, me he enamorado de Arabelle y la he invitado a salir el domingo que viene conmigo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

-demonio_kaoru@hotmail.com-

yo... omg
me llamó bastante esto

lo has escrito tu o es una cita de algun otro texto?
está buenisimo!

Kytsume dijo...

Lo he escrito yo xDD
Sí, se que es extraño que una chica de mi edad se ponga a escribir cosas así... pero créeme, me pasa con bastante frecuencia.
Una idea subrealista cruza mi mente un instante y al siguiente ya estoy componiendo un texto donde mostrarla.

Gracias, me alegro que te gustase :D

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