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Who's here right now?

[15, 10, 09 // 16:57] "Siempre..."

Me deslicé escaleras arriba. Me temblaban las manos y mi respiración parecía entrecortada. Mi pecho estaba desbocado y casi no sentía el sonido de mis propias pisadas.
Habíamos quedado para "charlar". Siempre decíamos que era una cita para hablar de todo y de nada en especial, pero lo que menos hacíamos era hablar. Siempre me citaba en su casa y eso se debía a una razón de peso.
Llegué a la puerta. Llamé al timbre tres veces y gopee suavemente en el marco. Era nuestro código secreto. Abrió la puerta y me sonrió, como siempre. Me indico suavemente que entrara.

- Sabes donde esta mi cuarto, Kyt.

Caminé segura por el pasillo y torcí a la derecha al llegar al fondo. Me senté sobre la cama y me miré al espejo, mientras él se adentraba en la habitación cerrando la puerta tras de sí.
Se acercó a mi, elevó mi rosto y se inclinó para besarme. Me besó tiernamente al principio, pero el beso cada vez se tornaba más y más apasionado. Poco a poco me fue recostando sobre la cama.

- Te necesitaba tanto, Kyt... - susurraba, a escasos centímetros de mis labios.

Me perdía en sus ojos oscuros. En sus palabras dulces y en su sensual voz. Sus manos sujetaban mis muñecas con suavidad, a un lado y otro de mi cuerpo.
Comenzó a besarme suavemente el cuello. Mi corazón deseaba salirseme del pecho y comencé a jadear levemente. Siempre era igual, pero cada vez era distinta. En mi vientre sentía la ansiedad, el anhelo... el comienzo de un incipiente deseo.
Rozaba suavemente con sus dientes mi piel, mientras sus labios conquistaban la parte de mi que antes cubrían mi camiseta y mi sostén. Yo respiraba cada vez peor... jadeaba con más constancia y comenzaba a liberar algun que otro suspiro de placer.
Él, disfrutando de su juego, me tenía acorralada contra la cama y observaba mis mejillas ruborizadas mientras se deleitaba con mi pecho.

- Eres siempre tan dulce y tan deliciosa...

Bajaba lentamente por mi vientre, rozándolo con la punta de su lengua. Pronto no fue necesaria la ropa que me cubría de cintura para abajo. Me sentí al descubierto, indefensa, como las otras miles de veces que me lo había hecho.
Saboreaba todos y cada uno de los rincones más ocultos de mi cuerpo, saboreando el terreno recién conquistado, entre mis piernas.
Yo tan solo podía gritar de placer, ocultar mi rostro y abrirme más y más a sus húmedas caricias.
Pronto no fue suficiente para contentarse y se despojó de su ropa. Se tumbó suavemente sobre mi y me hizo suya. Al principio despacio, acariciando todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Luego, aumento la velocidad, la fuerza, la presión de su cadera sobre la mia.
Ambos nos descontrolábamos ardientemente. Las respiraciones estaban entrecortadas, los corazónes palpitaban con fuerza en el interior de nuestros pechos. No dejaba de besarme en los labios, de danzar con mi lengua, de poseer mi boca.
Hasta que todo terminó, en apenas un suspiro.
Se tumbó a mi lado y me atrajo hacia sí, para abrazarme con fuerza. Yo apoyé mi rostro contra su pecho, recuperando aun el aliento.

- Eres maravillosa... Kyt...

Sonreí sin apenas darme cuenta. Abracé su cintura para acercarme más a él y cerré los ojos.
Su movil comenzó a sonar, sobre su mesita. Se levantó y lo descolgó. Me guiñó un ojo mientras se ponía la ropa interior y salía al pasillo.

- Sí, soy yo... no, estoy solo... claro, claro que puedo quedar, cielo... no te preocupes, no tengo planes con nadie... te quiero, amor mio.

Colgó y se fue directo al baño.
Yo me levanté de la cama y comencé a vestirme. Cuando terminé me miré al espejo de su cuarto. El cuello de mi camisa dejaba ver las marcas que me había hecho. Lo cerré un poco más y me puse el pañuelo que había traido guardado. Al fin y al cabo era la misma rutina de siempre.
Entró en la habitación cuando yo estaba a punto de salir.

- ¿Cuándo volveremos a vernos? - me preguntó, agarrándome por el antebrazo.
- No lo sé... - me solté con suavidad- supongo que cuando me apetezca acostarme con el novio de otra.

Caminé deprisa hasta la puerta principal. Salí por ella y corrí escaleras abajo. Abrí la puerta del portal y tomé una bocanada de aire, mientras subia la cremallera de mi sudadera y me ponía la capucha.
Mientras caminaba, alejándome de aquella casa, un par de lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. Me las sequé rápidamente y me dije a mi misma: "No lo volverás a hacer, no volverás a subir por esas escaleras, no volverás a entrar en ese piso y mucho menos volverás a dejar que te tome de nuevo"

Pero... ya sabeis, es la rutina de siempre.

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