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[23, 06, 09 // 03:18] "Mi dulce osito de gominola, primera parte"

Llovía.
Las gotas descendían por la ventanilla por la que observaba el exterior.
El taxi frenó y el jóven de cabello castaño descendió del coche.
Las gotas comenzaron a caer en su rostro y sobre sus manos.
Maldijo en bajo el clima que atormentaba últimamente la ciudad.


Estaba sentado en un cómodo sofá, mirando un televisor.
Por muy extraño que pareciera, veía una simple e inocente película.
Comía ositos de goma de diversos colores y bebía un batido de fresa.
Se levantó. Se acercó a una puerta y desapareció tras ella.
- Ya era hora de que decidiera arreglarse... - un anciano preparaba un pastelito con una fresa en la cumbre.


Ascendío las escaleras de dos en dos. Tenía prisa.
No admitiría jamás que ansiaba verle en traje... jamás admitiría tampoco, que le atraía sexualmente.
Se fue retirando la bufanda del cuello conforme subia.
Los pasillos del hotel estaban perfectamente acondicionados.
Se acercó a una puerta. Una placa llevaba grabado el número 123.
Se plantó ante ella y cogió aire de forma institiba.
Golpeó la puerta tres veces exactas.


-Ya voy - el anciano posó la fresa con sumo cuidado sobre el resto del pastelito y se dirigió a la puerta de la entrada.
La abrió.
- Buenos días, señor Yagami - le indicó que podía pasar con un gesto de su mano. - el señorito se encuentra cambiandose.


La corbata había decidido ponerse en su contra... diantes.
Maldijo en voz baja su inutilidad.
Tenia el traje mal colocado y la corbata siempre le quedaba colgante.
Necesitaba ayuda.
Abrió la puerta de su cuarto.
- Watari, la corbata - dijo sin más.
Se quedó quieto, esperando que la ayuda acudiera a él.

El anciano se dirigía a él, cuando una mano se posó en su pecho para frenarlo.
- Permíteme a mi - sonrió por primera vez desde que había llegado a la habitación.
Se acercó al jóven de cabellos negros y comenzó a ajustarle la corbata.
- Llegas tarde - le miró con indiferencia, como siempre.
- Lo siento... es dificil encontrar un taxi libre en un día de lluvia... - ajustó la corbata con fuerza y le observó por completo - espera, que te coloco la camisa.
Comenzó a ajustar la camisa por dentro de los pantalones del traje y le ajustó en cinturón a la cintura. Todo ello lo hizo bajo la supervisión del jóven al que mimaba y la del anciano hombre que lo cuidaba día y noche.
- ¿Por qué tengo que puesto esto? - Se quejó, tirando de la corbata con desgana.
- Por que es una cena... y te he invitado yo - se acercó al colgador de la entrada, agarró el abrigo del jóven de piel nívea y se lo extendió para que lo cogiera.
Watari lo agarró en su lugar y le ayudo a ponerselo.
- Comportese, iré a recogerlo en cuanto terminen la velada. Llameme si necesita algo.- mientras decía esto se había acercado y la había abierto, para indicarles el paso a los otros dos hombres.
- ¿Esta muy lejos ese sitio? - había cruzado el umbral de la puerta sin despedirse y sin presentar alguna cortesía, hablando prácticamente consigo mismo.
- Gracias, Watari - susurró, guíñandole un ojo al anciano.

Un coche los recogió en la entrada y los llevó a un restaurante de etiqueta.
Cenaron, fue una velada agradable.
Llegó la hora de la bebida, siempre tras el postre.
"¿Por que no bebes un poco?"
Aquel poco se había convertido en un mucho... y el jóven moreno estaba mareado y desorientado.
El jóven de cabellos castaños lo agarraba cuidadosamente por la cintura, con un brazo sobre sus hombros.
El mismo coche los recogió en la entrada del restaurante y los llevó a un alto edificio.
Pero este edificio, no era el hotel...

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